En el día a día, puede ser frecuente y habitual que dediquemos gran parte de nuestra energía y tiempo en actividades que nos apasionan o que necesitamos hacer: trabajo, estudios, cuidado de la familia, cuidado del hogar…
Conforme nos adentramos en la vida de adultas/os, es muy normal vernos absorbidas en una rutina diaria que puede llegar a ser estresante y agotadora, y donde dedicamos más tiempo y energía a los demás que a al propio cuidado.
Vamos a explicarte la importancia de dedicarse tiempo y mimos para uno mismo, porqué es fundamental dedicarse tiempo, cómo el autocuidado va a aportarnos bienestar.
¿Qué es el autocuidado?
El autocuidado es la búsqueda activa del propio bienestar, con hábitos y actividades enfocadas a cuidarnos. El conjunto de acciones para cuidarnos a nosotros mismos debe tener un enfoque global:
- Bienestar físico.
- Bienestar emocional.
- Bienestar mental e intelectual.
- Bienestar espiritual.
- Bienestar social.
El autocuidado sirve para conocernos, comprendernos y satisfacer nuestras necesidades. Lejos de ser un acto egoísta (puede sonar un poco así), si estamos a gusto con nosotros mismos y en plena forma física y mental, somos más capaces de afrontar retos y dedicar esfuerzos a los demás; nuestro bienestar personal repercutirá en un mayor bienestar social.
El autocuidado personal no debe limitarse a procurarse unos hábitos y alimentación saludables, el bienestar mental y emocional es tanto o más importante, y frecuentemente, mucho más complicado de trabajar.
Cómo fomentar el bienestar físico
Hay un hecho que es innegable, somos un organismo vivo, complejo, con procesos biológicos y químicos…si no cuidamos físicamente la máquina viva que somos, el malestar que se puede generar va a afectar a otras áreas interconectadas (bienestar emocional, bienestar social).
Para procurar fomentar el bienestar físico, debemos considerar unos pilares básicos:
- Nutrición saludable y equilibrada, incorporando en la dieta alimentos que ayudan a mejorar el sistema inmunológico.
- Higiene y cuidado personal.
- Atender las necesidades médicas que podamos tener.
- Nivel de actividad y de descanso adecuados.
- Estado de forma física y cuidado en los movimientos. El ejercicio físico puede ser muy positivo para la salud mental.
Si fomentamos estas áreas del bienestar físico, nos vamos a sentir con más energía, más vitales, con un sistema inmunitario más fuerte, y seguramente con mejor calidad de vida.
Lograr el bienestar físico es fundamental para poder trabajar el bienestar mental y emocional adecuadamente, así como al revés, ya que procesos de malestar mental y emocional pueden derivar en problemas y patologías a nivel físico.
Para alcanzar el bienestar general, hay que trabajar el cuerpo y la mente.
Cómo fomentar el bienestar emocional
Estar equilibrada emocionalmente es fundamental para la estabilidad psicológica y poder afrontar los retos y dificultades de la vida diaria.
Para trabajar correctamente el estado emocional, es necesario analizar cómo nos sentimos a lo largo del día y qué factores han hecho que nos sintamos de una u otra manera. Identificamos las emociones que hemos tenido durante el día.
Una vez identificados los factores que te han afectado, tanto negativamente como positivamente, a lo largo del día, has de plantear cómo potenciarlos o afrontarlos.
Debes crear una reserva de tiempo personal cada día, integrándola en tus rutinas. Ya sea para hacer ejercicio, meditar, pasear, practicar hobbies… Has de encontrar una actividad o momento que te hace sentir bien, y potenciarlo. El espacio de tiempo puede ser pequeño, pero debe proporcionarte bienestar.
Por el lado opuesto, debes identificar qué factores te afectan negativamente (trabajo, relaciones personales, malos hábitos…) y trabajar para contrarrestarlos (limitar la dedicación, potenciar la asertividad).
De una manera similar, debes reeducarte en cómo te tratas mentalmente a ti misma/o, procurando eliminar mensajes negativos de menosprecio hacia las propias capacidades y habilidades. Debes quererte y aceptarte.
El bienestar emocional logrado mediante el autocuidado debe repercutir en una mejor autoestima y en un autoconcepto positivo, que a su vez, facilitará relacionarnos mejor con otras personas, repercutiendo en un mayor bienestar social.
Cómo fomentar el bienestar intelectual
El bienestar intelectual se consigue mediante una mente sana y estimulada. Para poder estar bien intelectualmente, debemos trabajar también las áreas del bienestar emocional y el bienestar físico.
Practicar la lectura, aprender nuevas cosas, meditar, participar en actividades y debates, jugar a videojuegos…hay muchas maneras de estimular procesos de pensamiento que nos exijan cierta concentración y dedicación, pero que después nos dejen satisfechos/as por la estimulación mental realizada.
Si por el contrario, tu trabajo te exige una gran carga de trabajo mental y lo que necesitas es desconectar de todo, para encontrar el bienestar intelectual debes buscar procesos en los que puedas relajar la mente (meditación, lectura, cine).
Beneficios del autocuidado personal
Cuidarse y dedicarse tiempo a una misma, nos permite afrontar la vida y sus complicaciones con las pilas cargadas y con mayor seguridad en el propio cuidado.
El autocuidado, aplicando las recomendaciones indicadas, te puede proporcionar:
- Mejora de la autoestima.
- Actitud más positiva.
- Mayor nivel de energía.
- Mejor manejo del estrés.
- Mayor capacidad de adaptación.
- Mejor rendimiento.
- Mayor calidad de vida.
Si gozamos de bienestar en las diferentes áreas vitales, podremos afrontar con más capacidad las dificultades y seremos más capaces de ayudar a los demás.
Las personas no siempre somos capaces de saber parar nuestra dedicación a los demás y centrarnos en el cuidado personal, pero es totalmente necesario. Si por ti solo/a no te ves capaz de comenzar a aplicar estos consejos, debes contemplar la ayuda terapéutica, que te puede guiar en el camino del autocuidado personal.
Referencias bibliográficas
-Cancio-Bello Ayes, C., Lorenzo Ruiz, A., & Alarcó Estévez, G. (2020). Self-care: a theoretical approach to the concept. Informes Psicológicos, 20(2), 119–138. https://doi.org/10.18566/infpsic.v20n2a9